TOMADO DE DIARIO LIBRE
CABRAL, Barahona: Cae el sol de primavera sobre Cabral, una de las comunidades más antiguas de la hoy provincia Barahona, localizada al suroeste del país. Todo el pueblo está en la calle, el día más esperado del año ha llegado.
Es lunes, pero no uno cualquiera, lunes de Pascua. Para la Iglesia Católica la Semana Santa culminó el día anterior con el Domingo de Resurrección, pero para los moradores de Cabral la celebración ha durado un día más.
Dicta la tradición popular que luego de la conmemoración de la muerte de Jesucristo el Viernes Santo, los vecinos de Cabral toman la justicia en sus manos. El “Júas”, un muñeco de trapo y paja que representa al apóstol traidor Judas Iscariote, es colocado desde el Sábado Santo en lo más alto de la plaza pública del pequeño municipio donde permanece hasta el lunes luego del domingo de Pascua.
Cachúas de Cabral: Tradición de capa y fuete
El rugido del fuete ha inundado las calles del pueblo por los pasados días, la semana del carnaval está a punto de culminar. El más tardío de los carnavales cimarrones dominicanos saldrá con su última comparsa.
Vistiendo vistosos pero humildes trajes, caretas de papel y fuetes de cabuya, niños y adultos se reúnen en la plaza para ajusticiar al “Júas”. Lidera la procesión el Cachúa Mayor, Temístocles Féliz Suárez, un médico cabraleño que ha defendido a capa y fuete la tradición cimarrona de la cual su familia es parte hace más de cien años.
Con el “Júas” al hombro, las Cachúas están listas para hacer su recorrido hasta el cementerio. “¡Júa, júa, júa, é!”, se oye gritar al Cachúa Mayor, a lo que le responden los demás: “Lo mataron por calié”.
Repicando sus fuetes, la colorida y alborotada manada de Cachúas visita los barrios más emblemáticos de Cabral, donde los civiles, y personas sin disfraz pero armadas con fuetes, se unen al peregrinaje que da cierre al carnaval.
Luego de una hora de procesión por diferentes sectores de la comunidad, la multitud llega al cementerio para conmemorar a los Cachúas que ya no están. Cada uno ocupa una tumba mientras el Cachúa Mayor se dirige a los presentes desde la más alta de las sepulturas. Féliz Suárez aprovecha el momento para hacer un breve recuento de la tradición y motivar a los más jóvenes para que continúen el legado histórico de esta manifestación reconocida como Patrimonio Cultural de la República Dominicana.
Al terminar el discurso de cierre un fuerte repique de fuetes marca la hora de la quema del “Júas”. El Cachúa Mayor desviste y rocía con gasolina al muñeco.
El Judas arde en fuego y es lanzado desde lo alto de un panteón. Las Cachúas fuetean al maltrecho muñeco mientras este es arrastrado entre las tumbas del cementerio. El fuego se consume y así culmina otro año más de tradición.