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Derechos Civiles y Políticos (libertad de circulación, la igualdad ante la ley).

Derechos
Civiles y Políticos   (libertad   de  
circulación,   la   igualdad  
ante   la   ley).
Por
Jose Miguel Medina Tejeda
Después de la
Declaración Universal, se firmó el Pacto 
Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos   (libertad  
de   circulación,   la  
igualdad   ante   la  
ley,   derecho   a  
un   juicio   imparcial  
y   la presunción   de  
inocencia,   libertad   de  
pensamiento,   conciencia,   religión,  
expresión   y   opinión.

Derecho de reunión
pacífica,   libertad de asociación y de
participación en  la vida pública,  en  las
elecciones y la protección de los derechos de las minorías, prohibición de la
privación arbitraria de la vida, las torturas y los tratos o penas crueles o
degradantes, la esclavitud o el trabajo forzado.

El  arresto o detención arbitrarios y la
injerencia arbitraria en la vida privada, la propaganda bélica y la instigación
al odio racial o religioso) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (derecho al trabajo en condiciones justas y favorables,
derecho a la seguridad social, a un nivel de vida adecuado y a los niveles más
altos posibles de bienestar físico y mental, derecho a la educación y el
disfrute de los beneficios de la libertad cultural y el progreso científico).

Todos estos documentos
y sus protocolos opcionales conforman la Carta Internacional de los Derechos Humanos.
Estos pactos fueron establecidos el 16 de diciembre de 1966 e imparten
obligatoriedad jurídica a los derechos proclamados por la Declaración.

La ciudadanía es ese
estatus de  libertad,  de 
libertades. 

¿Quiénes  lo poseen?

¿Quiénes son  los 
titulares de  los derechos
mencionados? Los seres humanos, 
Todas y todos.

La ciudadanía es tan
universal como la misma Humanidad.

Esta universalidad
ha  sido una  conquista 
larga,  difícil   y abonada 
con  ríos  de Sangre.  

La   Revolución  
Francesa   proclamó  Los  
Derechos   del   Hombre  
y   del  Ciudadano.

Cuando un grupo de
mujeres valientes se atrevió a exigir igualdad de Derechos, los ilustres
revolucionarios se alarmaron.

 ¿No había explicado el filósofo Rousseau que
las tareas de la mujer se reducen a la esfera doméstica?
En 1793, Olympe de
Gouges, en el colmo de la osadía, redactó Los Derechos de la Mujer y  la Ciudadana. 
La hicieron subir al  cadalso
acusada de sabotear a  la naciente   República. 
 El  
mismo   año,   Jean  
Marie   Roland,   otra  
revolucionaria feminista, 
corrió  la misma suerte.  Antes de que 
le cortaran  la cabeza,  dijo su famosa frase:
—Libertad, ¡cuántos
crímenes se cometen en tu nombre!
Para  los 
revolucionarios  franceses,   las mujeres,   los esclavos 
y  los negros no tenían   derechos  
ni   carta   de  
ciudadanía.   Otro   tanto  
había   ocurrido   en  
la democrática Grecia y en la leguleya Roma. No todos los habitantes de
la ciudad  eran   ciudadanos.  
Ese   estatus  
estaba   limitado   a  
los   varones   propietarios. 
Solamente éstos  tenían derecho a participar  en  la
cosa pública  dado que eran ellos   quienes  
la   sostenían,   económica  
o  militarmente.  Metecos,  
extranjeros,  mujeres, niños y
niñas, sirvientes y esclavos, no calificaban como ciudadanos.
¿Y ahora, en los
albores del siglo 21?

  Hoy en
día, al menos teóricamente, estas discriminaciones absurdas se han superado. Se
afirma que todo ser humano es titular de 
la  totalidad de  los derechos. 
Éstos se  llaman  humanos, 
precisamente, porque  toda
persona,  por  el 
sólo hecho de hacer  nacido,  debe disfrutar  de  los
 mismos.
En la práctica, estamos
a años luz de lograr tal igualdad. El mundo en que vivimos es insultantemente
injusto. 

447 multimillonarios
acumulan una fortuna mayor que el ingreso anual de la mitad de la Humanidad.
Tres de cada cuatro seres humanos viven en países «en vías de
subdesarrollo».
La mayoría de ellos,
carece de agua potable, de viviendas adecuadas, de hospitales, de escuelas.
Subsisten con dos dólares diarios,  con
un dólar  diario.

 ¿Ciudadanos de 
tercera clase?      Ni  siquiera eso.

Excluidos y excluidas.
No están abajo. Están fuera, que es peor.  Quien pasa hambre no es  libre. 
A  los desempleados,  a  las
sin  techo,  a  los
sin  tierra,   los  
ninguneados   de   siempre,  
las   humilladas,   los  
silenciados,   los  indocumentados,   las 
invisibles,   les han
arrebatado  la ciudadanía. 

Porque como bien   explica  
el   investigador   peruano 
Sinesio   López,  un  
derecho   existe   en  
la  medida en que el Estado lo
garantiza.

cito :  José Ignacio López Vigil
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