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Por Welnel Darío Féliz
Saludos todos y todas los compueblanos y amigos:
El 27 de febrero próximo pasado, un grupo de personas, la mayoría integrantes de grupos de Cachúas y otros que no estuvieron presentes pero que mostraron su aprobación, me eligieron como Líder Cachúa. Ellos y otros expresaron sus razones.
Acepté la propuesta, un reto para mí, movido por el interés que siempre he tenido de contribuir, en lo posible, a la promoción de la cultura e impulsado por el deseo inmenso aportar un granito al legado que había construido mi tío Leónidas Temístocles (Temito).
Era así la oportunidad de continuar con los sueños de colocar nuestra tradición en la cúspide cultural del suroeste, a tono con su denominación de Patrimonio Folklórico de la Nación Dominicana.
Ello incluía la posibilidad de impulsar la provisión de fondos, la creación de un museo, la instauración de una estatua a ser colocada en el pedestal del parque y de otros implementos y atractivos, la institucionalización de escuelas de artesanía para caretas y fuetes, de concursos, de escritos, la búsqueda de lograr que, en las participaciones en carnavales nacionales, llevar allí representaciones dignas y a la altura de su condición. Por igual, lograr una integración colectiva alrededor de nuestra expresión cultural.
Un objetivo importante era la industrialización de la expresión, insertada a los atractivos turísticos de la zona, que podría ser promocionada como un destino cultural junto a Los Naranjos. Podría ser una oportunidad en que ella sea sujeto de explotación económica, a partir de que los artesanos puedan vender artesanías alegóricas a Las Cachúas, incluso, ser parte de la oferta turística nacional.
Pero a veces no todo es como se suele pensar. A los pocos días afloraron las cuestiones.
Los intereses económicos creados alrededor de la participación de Las Cachúas en pueblos y ciudades fue un motivo que impulsó oposiciones y críticas, principalmente en aquellos que algo ganan en ello.
En un principio consideré que tal situación era momentánea, puesto que en lo que a mí respecta mis ocupaciones harían imposible visitar carnavales constantemente y eran otros quienes debían representarnos en la mayoría de ellos, apostada, sin embargo, a la diversificación y a que no solo un grupo o persona sea el que, de manera poco representativa, salga de Cabral en tales atribuciones, creía (y creo) en la apertura y la diversidad.
Al correr de los días las oposiciones y críticas continuaron y crecieron por todas partes.
A la cuestión de intereses y críticas se sumaron posiciones políticas, las cuales mezclaron la festividad cultural con dichos elementos. Muchos opositores al actual alcalde se frotaron las manos y apostaron al fracaso, al quien escribe buscar el respaldo del incumbente actual, quien tiene la responsabilidad legal de proteger las expresiones culturales del municipio.
En las circunstancias actuales, la alcaldía se erige como el ente quien debe prohijar los mecanismos que permitan que mínimamente se pueda promover la tradición.
Un colectivo que se considera afectado, sea en su economía o en su ego y otro en lo afectivo políticamente accionó en varias cuestiones, las cuales no detallaré, lo que terminó por convencerme.
De hecho, no tengo la necesidad de exponerme ante nadie ni de ser piedra de tropiezo de sus intereses e intenciones.
Tampoco tengo por qué ser motivo de sus conversaciones y críticas ni sujeto de inventos mal sanos y diatribas.
La tranquilidad personal y familiar y la paz que debe regir la vida de las personas no se debe coartar por ninguna razón.
Por ello declinó el honor de ser Líder de Las Cachúas. Un jefe surgirá y ojalá que impulse a Las Cachúas por los senderos que merece tan trascendental y tradicional expresión cultural popular.
También, renunció a la coordinación del comité actual creado para llevar a cabo la promoción.
Gracias a los que depositaron la confianza y el cariño en nuestra persona y consideraron que podía contribuir en algo para el impulso de nuestra festividad.