Por Clemente Terrero
Cuando en el Servicio Nacional de Salud me estaban entregando el nombramiento de director del Hospital Pediátrico Dr. Robert Reid Cabral, me dijeron: «Clemente, no sabemos el tiempo que podremos mantenerte en el cargo». Para mí, ese mensaje fue muy claro, porque estoy consciente que tuvieron mucha presión de los que se oponían a esa decisión.
De hecho, tan pronto iniciamos la gestión, comenzaron los ataques de sectores que aseguraban con mucha propiedad que mis días estaban contados, que no estaríamos mas de tres meses en la posición, pero se equivocaron, porque gracias a Dios, y para bien del hospital, nos mantuvimos en el cargo por casi tres años.
Lo lamentamos, se que eso le dolió mucho, pero tenían que esperar.
La lucha se escenificó en diferentes frentes, dentro y fuera del hospital, grupos que apostaban al fracaso de la gestión, los cuales pensaban que por las precarias condiciones en que encontramos la institución iba a ser imposible superar, que no teníamos la capacidad para resolver la situación de manera exitosa.
Fue una gestión combativa, que enfrentó poderosos sectores políticos, que nos atacaron sin cesar y también grupos dentro del hospital, que saboteaban los procesos, dañaban equipos para provocar falsas crisis.
En el hospital hubo muchas batallas, una guerra sin cuartel, producidas por varias causas.
La primera causa fue la firme postura que adoptamos contra la mala práctica y la corrupción, no tuvimos contemplación con nadie que se descubriera en esa nociva conducta, y eso nos generó una fuerte resistencia interna.
Otra causa fue la ambición de poder, algunas personas le interesaban el cargo del director, por eso se mostraban indiferentes ante los ataques y planes desestabilizadores, apoyando cualquier acción dirigida en contra nuestra, siempre y cuando ésta les beneficiara a sus propósitos, no pensaban en las consecuencias.
Los intereses económicos fue una causa importante de los problemas, porque establecimos controles financieros para reducir el gasto, y ésto desencadenó una serios conflictos con sectores que se vieron afectados por ésta medida.
Esos grupos, cuando les convenía actuaban juntos y cuando no les convenía se separaban. Tenían intereses comunes, y a su vez, intereses encontrados, porque cada uno estaba detrás de su objetivo, lo demás, aunque importante, era secundario.
Dentro de su principal estrategia estaba sabotear los procesos, con el fin de provocar crisis y tener argumento para usarlo contra la gestión. La verdad es que nos hicieron mucho daño, pero en lo inmediato no pudieron lograr su cometido.
Los grupos que operaban dentro del hospital, cuando vieron que era imposible lograr sus objetivos por esa vía, comenzaron a hacer visitas a personas influyentes fuera del centro, a las que le llevaban informaciones falsas sobre la real situación en que se encontraba el hospital, con el fin de socavar la confianza en la gestión.
En estos casi tres años, no hubo sosiego, no hubo paz, no hubo descanso, los ataques fueron intensos y cada vez más fuertes, no hubo un solo día que no se produjera una situación desestabilizadora, provocada por esos grupos.
Usaron todo su poder y diferentes estrategias, pero no pudieron con nosotros, a pesar de todo lo que hicieron, no lograron derrotarnos.
Nosotros, sabiendo la gravedad de la situación, nos vimos obligados a trabajar de manera acelerada para avanzar lo más rápido posible, para lograr hacer los cambios que necesitaba el hospital en el menor tiempo que pudiéramos.
Fue una batalla larga, pero con el tiempo hemos aprendido que la lucha es desde el principio hasta el final, que abandonar es un acto de cobardía.
Nos mantuvimos firmes, defendiendo con valor la dignidad, no dejamos que nos humillaran y salimos por la puerta ancha, con la frente en alto, de cara al sol, todo el tiempo.