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AMPLIAR LA DEMOCRACIA


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José Miguel Medina Tejeda
¿A qué se reduce la
participación de la inmensa mayoría de los ciudadanos en la vida política de su
país? Cada cuatro o cinco años echan su papeleta en una urna electoral. ¿Y
después? A esperar otros cuatro o cinco años más.

Entre votación y
votación, los políticos gobiernan. ¿Y quién gobierna a los políticos? ¿Quién
controla si hacen lo que no deben, si no hacen lo que prometieron? Hace falta
un mecanismo de fiscalización permanente, el cuarto poder del periodismo que
contrapesa a los otros tres poderes. Pero un periodismo ejercido por todos, un
espacio público donde la sociedad civil pueda consentir o disentir de las voces
oficiales

Nuestros medios de comunicación
son  independientes de intereses
políticos y comerciales, pueden y deben asumirse como parlamentos, como ágoras
de ciudadanía comunitaria y vive en estado de elecciones.

 A través de ellos, la gente de la calle
opinará sobre la gestión de sus gobernantes, sumará y restará apoyos,
cuestionará, exigirá transparencia política y económica. Se trata de tomar en
serio la democracia, la soberanía que reside en el pueblo.

Democracia, no
gobernabilidad. Ese es el gato por liebre que quieren meternos ahora, la
consigna política para contener la situación explosiva que viven nuestros
países. Nos dicen y repiten que estamos mal, pero que vamos bien. En realidad,
vamos peor.

 La brecha entre enriquecidos y empobrecidos se
agranda aceleradamente: en la década de los 60, la desigualdad entre el 20%
pudiente y el 20% pauperizado de la población del planeta era de 30 a 1.
En 1990, la proporción
era de 60 a 1. En 1999, el abismo fue de 70 a 1.3

Este es el mundo
gobernable, según ellos. Un mundo avaro donde el 80% de la población se reparte
apenas el 6% de los ingresos. Una humanidad con mil millones de analfabetos y
otros mil millones que sobreviven con un miserable dólar al día.

Un mundo absurdo que ha
sabido captar el rumor imperceptible del Big Bang, sucedido hace 15 mil
millones de años, pero no es capaz de escuchar el grito desesperado de los 40
mil niños que a diario mueren de hambre.

Frente a un panorama
tan injusto, ninguna persona sensible, con entrañas, puede permanecer
indiferente. Los medios de comunicación tampoco.

Es hora de poner todos
nuestros esfuerzos, toda nuestra creatividad, para ayudar a cambiar esta
situación.