El autor es infectólogo, director del Hospital Infantil Robert Reid Cabral.-
OPINIÓN

De Pesca Con mi Papá/ Mi Primer Viaje al Curro

Por Clemente Terrero

En este día de los padres quiero narrar ésta historia que viví con mi papá

Mi hermano Domingo y yo, cuando éramos niños escuchábamos a los pescadores hablar del Curro, para nosotros era zona llena de misterios que queríamos conocer, sin embargo, mi papá no nos daba la oportunidad de llegar allá.

En realidad El Curro es un lugar montañoso de Barahona, unido al mar, que estaba dotado de plancton apropiado para la crianza de los peces, era la zona favorita de mi papá y de muchos pescadores de la zona. En la playa, mi hermano y yo solíamos esperarlo.

Mi papá pescaba con nasas, una forma de trampas de los peces, cada dos días solía llegar cargado de pescados, salmones, bocayates, loros y cojinuas. Eran pescados muy sabrosos que nosotros esperábamos ansiosos para que mi madre lo cocinara con plátanos y yuca.

Mi hermano y yo estuvimos siempre locos porque un día mi papá nos llevara al Curro a pescar, sin embargo nunca nos invitaba, pienso que era por temor a las tormentas y mal tiempo, que pusiera en riesgo nuestras vidas.

Mi papá nunca nos expuso a nada peligro, todo lo contrario siempre estuvo pendiente y cuidándonos de cualquier situación que significará peligro. Tal vez por eso no nos había dado la oportunidad de ir a pescar a ese misterioso lugar, ya que las  embarcaciones en que se navegaba eran muy frágiles y los motores de pesca eran de poca potencia.

Pero un día, mi papá se decidió a invitarnos a pescar con él, que gran alegría sentimos mi hermano y yo, porque era algo que deseábamos hacía tanto tiempo, algo que soñamos y anhelamos siempre. La alegría era tan grande que no dormimos bien, se nos hizo larga la noche, fue imposible conciliar el sueño.

En nuestro primer día de pesca nos pusimos de pies bien temprano, en la madrugada, mi papá comenzó a recoger los equipos, cordeles, alambres, dos pescados que usaría como carnada, el tanque de gasolina y el motor fuera borda. Mi hermano tomó los remos, mi papá  la carretilla con los equipos pesados y yo la caja de cordeles y nos dirigimos a la playa donde estaba la yola (bote de pesca).

Llegamos al varadero, introducimos todos los equipos, y echamos el bote al mar, inmediatamente mi papá enciende el motor y arrancamos rumbo al Curro, lugar soñado, que mi papá había hecho su lugar predilecto de pescar, nuestra principal fuente de alimentación diaria.

En el trayecto mirábamos el mar azul y el horizonte marino, ¡que lindo paisaje!, cuando íbamos cerca de la primera bolla del canal de los barcos, apareció la aurora del día, entre claro y oscuro mi papá nos señala hacia un lugar y nos dice: «miren allá mis hijos, vean, una manta», los ojos se nos iban a salir de la órbita, ¡Guau! ¡que cosa más bella!, aclamamos, quedamos maravillados, nunca en la vida real habíamos visto una manta, solo en los muñequitos de Chanoc y Setku Baloyan, era un animal inmenso, no se si fue mi imaginación, pero era bastante grande.

La manta lucia imponente entre la luz del día y la oscuridad de la noche, con sus aletas abiertas y su pecho blanco, mirándonos fijamente, en un momento tuve el temor de que avanzara hacia nosotros y nos arropara con sus grandes aletas y hundirnos en el mar, por suerte solo le pasamos por el lado. poco a poco nos fuimos alejando de ese pez tan maravilloso, su imagen quedó grabada para siempre como una silueta en mi pensamiento.

Seguimos avanzando mar adentro. Antes de entrar a las aguas profundas del canal del Curro, mi papá hecho al mar dos carnadas asidas a anzuelos doble cero a cuerdas que amarró al costado de la yola, un tiempo después se pegaron dos grandes peces que mi papá pudo traerlos hacia el bote.

Llegamos al curro y por fin vimos esa maravillosa montaña, la cual lucía altiva, esplendorosa e imponente, junto a ella estaba la famosa Playa Blanca, copada de brillante arena. Vimos el fondo del mar lleno de limo que servía de alimento a los peces que allí vivían.

Nos dimos cuenta que El Curro era un paraíso natural, una majestuosa obra de arte, hecha por un ser inteligente lleno de amor. Mi hermano y yo quedamos hechizados por su esplendor, del cual tenemos un grato recuerdo, porque fue nuestra principal fuente de sustento y el lugar que llenó de felicidad la vida de mi padre.

¡Te amo papá! con todo el amor del mundo.