Por Hidalgo Rocha Reyes
Los avances en las diversas ciencias han sido realmente muy significativos. Ya el mundo de hoy no es tan hediondo a sudor como el de ayer. Las facilidades puestas al alcance del hombre han revolucionado su modo de vida, pero también algunas ciencias no han podido culminar su ciclo de variación y, por lo complejo de su objeto de estudio, tan variante como ellas mismas, siguen enmarcada en ensayo de terminación de las variables que le dan origen.
Dentro de estas ciencias podríamos mencionar las ciencias que tienen que ver con el comportamiento humano. Es difícil todavía para ellas poder demostrar que se ha avanzado en la determinación del origen del comportamiento del hombre en sus diferentes espacios.
Mucho se ha escrito sobre el tema. Científicos, ensayistas y expositores, en contradicciones continuas, presentan lo que ellos entienden originan algunos pensares de hombre frente a los escenarios que le toca vivir. Y más cuando intervienen la envidia, la pobreza económica y mental y el egoísmo.
Estos factores han dado agua a beber a los científicos de las ciencias de la conducta humana históricamente. Desde los tiempos antes de Cristo tenemos estos factores ovulando, transformándose y desarrollándose en los espacios, independientemente de la clase social a que pertenezca el individuo, pero más que todo, encuentran invernadero en la clase pobre donde llegan al extremo de dejar su cascaron, aprovechando los avances de la ciencia de la comunicación para que el mundo veo y sepas de su existencia.
Han sido muchos los que han entendido, que la pobreza en si no es un elemento de determinación de la conducta del hombre, pero vista de la experiencia que a diario uno vive como parte de ese núcleo social, soy de lo que me atrevo afirmar, que mas que determinante es intrínseco de la misma. Solo hay que ver ejemplo vivido para afirmarlo.
Desde que cualquier pobre, acostumbrado a coger fio en el colmado del barrio, pagando tardío y a quien hay mandarle par de mandao para que vaya a pagar su cuenta, y este consigue un trabajito y va a comprar al supermercado, a quien más le molesta es a su vecino quien inmediatamente lo fustiga con improperios con los demás vecinos. Si te preparaste y estudiaste, ejerce una de las más novedosas profesiones que es la de relacionarte, cultivar amistad sincera, fiel a los sectores donde te desenvuelves y avanzas, eres inmediatamente punto de flechazos de la pobreza mental y económica que no permite que uno de su hijo suba un peldaño.
El pobre quiere ver a sus iguales arrastrándose más a bajos de ellos y más cuando este está sujeto a soporte transitorio como lo son los trabajos bajo dependencias. Su egoísmo, sus intereses y su pobreza nublan su razón a no ver que lo que sustenta a ese individuo tiene fecha de vencimiento.
La pobreza mental y económica, el egoísmo y la envidia del pobre llegan al extremo de denigrar al individuo que ha sacado la cabeza del barrio utilizando instrumentos bajos y asquiantes, como si este para lograr sus objetivos utilizara algún medio que le afectara. No soporta ver su crecimiento, no le interesa que alguien pueda decir que salió como El de la extrema pobreza y que pueda ser un ejemplo para los demás.
A veces son tan vil en sus medios de difusión de sus rendimientos y búsqueda de entorpecer el avance de los demás que para posesionarse o posesionar allegados que van de ramas en ramas vendiéndose como ovejas mansas o sacándoles a los demás debilidades denotando los logros alcanzados por el otro a través de medios inaceptables por la sociedad como pasquines, rumores y bola a correr.
Estos factores de la conducta humana han dejado a las ciencias que la estudian todavía en la época cavernaria. Si no se sigue indagando, haciendo ensayos demostrables del por que’ de estos procederes del ser humano, seguiremos viendo mas crueldades en el mundo. Contra la pobreza mental, la más fatal de la pobreza, contra el egoísmo y la envidia a costa de la sangre y porvenir de otros hay que seguir luchando, ensayando y exponiendo porque de ello obtendríamos mejores atendimientos.