Editorial
En estas fechas de elecciones , no podemos evitar hacer una analogía entre la figura del político y el tradicional pavo navideño. Ambos, llegan con pompa y alegría, acaparando la atención y llenando de promesas el ambiente. Sin embargo, **una vez cumplido su cometido, desaparecen de la vista hasta la próxima ocasión.
Es una triste realidad que muchos políticos solo se acuerdan del pueblo en época de elecciones. Recorren calles, tocan puertas y escuchan las necesidades de la gente con una sonrisa radiante. Prometen el oro y el moro, soluciones a todos los problemas, un futuro mejor.
Pero, una vez que el voto los catapulta al poder, se transforman en aves migratorias. Vuelan hacia las alturas del gobierno, donde se olvidan de las promesas y del pueblo que los eligió. Se encierran en sus oficinas, rodeados de asesores y agendas apretadas, inaccesibles para aquellos que depositaron su confianza en ellos.
Es como si el pavo, después de ser devorado, se levantara de la mesa y se marchara sin dar las gracias. No hay un seguimiento a las necesidades, no hay rendición de cuentas, no hay una verdadera conexión con la comunidad.
¿Hasta cuándo vamos a permitir que esto siga ocurriendo? Es hora de exigir a nuestros políticos un compromiso real con el pueblo. No más promesas vacías, no más políticos de temporada. Necesitamos líderes que estén presentes los 365 días del año, que trabajen por el bienestar de la comunidad y que rindan cuentas de sus acciones.
Hagamos un brindis por un cambio. Brindemos por políticos que no sean como el pavo, que no solo se presenten en época de elecciones, sino que se comprometan con el bienestar del pueblo durante todo el año.