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Rousseff descubre el riesgo de “dormir con el enemigo” en su peor momento

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff
BRASILIA. La ruptura anunciada hoy por el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PDMB) con el Gobierno de Dilma Rousseff pudo haberle generado a la mandataria la sensación de haber estado “durmiendo con el enemigo”, en momentos en que enfrenta la amenaza de un posible juicio político.

El desembarque del PMDB, la fuerza política más importante del país y más rancia expresión del pensamiento conservador brasileño, es también una ruptura con el socialista Partido de los Trabajadores (PT), en el poder desde 2003 y uno de sus mayores antagonistas históricos en el plano ideológico.

Desde la caída de la dictadura, el PMDB participó en todos los Gobiernos, con José Sarney (1985-1990), Fernando Collor de Melo (1990-1992), Itamar Franco (1992-1995), Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), a los que siempre se opuso todo el arco de izquierdas encabezado por el PT.
Sin embargo, el PMDB se plegó a esa fuerza de izquierdas en 2005, cuando el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva lo usó de bastón en momentos en que tambaleaba acorralado por escándalos de corrupción que lo tuvieron al borde de un juicio político como el que hoy amenaza a Rousseff, su sucesora y heredera política.

A consecuencia de esos escándalos, el PT perdió ocho diputados, que renunciaron a su militancia en protesta por la línea económica liberal adoptada por Lula y por las corruptelas, todo lo cual sirvió para abrirle las puertas del poder otra vez al PMDB.

Para intentar recomponer sus bases, Lula convocó al Gobierno a esa formación, liderada entonces por el expresidente José Sarney, y no solo recuperó apoyo en el Congreso como fue reelegido para un nuevo mandato en 2006, con el PMDB como principal apoyo.

Con su muñeca política, Lula equilibró el choque ideológico que ese “casamiento” con la mayor fuerza de centroderecha del país fue para las alas más radicales del PT, que si criticaban a puertas cerradas esa alianza, mantenían un discreto silencio en público.

Para las elecciones de 2010, en las que ya no podía ser candidato por preceptos constitucionales, Lula escogió a dedo a Rousseff y así como le impuso su candidatura al PT, también eligió a Michel Temer, presidente del PMDB, como su compañero de fórmula y candidato a la Vicepresidencia en un nuevo casamiento político arreglado.

La relación entre ambos, sin embargo, nunca fue buena y solo se mantuvo gracias a un arbitraje constante hecho por Lula, que dejó de surtir efecto al calor de la crisis económica, las corruptelas en Petrobras y la vertiginosa pérdida de popularidad de Rousseff, que desde hace meses está en apenas un dígito.

Origen del malestar
El malestar del PMDB con Rousseff comenzó a aflorar hace un año, cuando el Gobierno fue objeto de multitudinarias manifestaciones contra la corrupción y el descalabro de la economía.

En marzo del año pasado, Temer apareció en un espacio del PMDB en la televisión con duras críticas al Gobierno, dijo que la sociedad tenía razones para ese malestar y alertó de que su partido “siempre, en las circunstancias más difíciles, elegirá apoyar a Brasil”.

En una nueva propaganda, difundida en septiembre pasado, c
uando el posible juicio político contra Rousseff comenzaba a cobrar fuerza en el Congreso, el PMDB volvió con sus críticas, aludió a “un nudo que no se deshace” y se asoció a la “angustia de la sociedad”.

Pero también dejó un mensaje intrigante, al señalar que era “hora de dejar el ‘estrellismo’ de lado” y “reunificar los sueños”, porque “Brasil quiere cambiar, Brasil debe cambiar y Brasil va a cambiar” sin que lo “guíe una estrella”, en clara alusión al símbolo del PT.

En diciembre, si aún sobraban dudas sobre la tensa relación, una explosiva carta pública de Temer puso los puntos sobre las íes.

Sostuvo que “siempre” fue tratado por Rousseff como un objeto “decorativo” y que el PMDB fue para el Gobierno un “mero accesorio, secundario y subsidiario”.

Temer aseguró que “jamás” él o el PMDB fueron “llamados para discutir formulaciones económicas o políticos sobre el país” y que solo fueron contemplados en momentos de crisis, en los que afirmó: “Nunca titubeamos. Estaba en juego el país”.

El último párrafo de esa carta fue para muchos el inicio de la ruptura que finalmente se concretó hoy: “Sé que usted no tiene confianza en mí ni en el PMDB hoy y que no la tendrá mañana. Lo lamento, pero esa es mi convicción”, sentenció Temer, primero en la línea sucesoria en caso de una destitución de Rousseff.